Migrañas: la enfermedad subdiagnosticada que aún no encuentra una solución

La dolencia afecta a más del 10% de la población mundial; qué tratamientos existen hoy

Salud y Bienestar 08/03/2022 Luján 365 Luján 365
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Hace 2500 años, el médico griego Hipócrates ya describió pacientes que comenzaban viendo chispas en la nada, seguían con fuertes dolores en la mitad del cráneo y, en ocasiones, acababan vomitando. Hacia el siglo II, el romano Galeno distinguió los dolores de cabeza comunes de las migrañas (hemicráneas, las llamó) y sabios del mundo islámico como Avicena también se preocuparon por este sufrimiento tan común siglos después. Las soluciones en aquellos tiempos, que incluían trepanaciones o el uso de sanguijuelas, tendrían la eficacia habitual de la medicina de la época, pero la llegada de la ciencia moderna tampoco dio una solución rápida a los dolientes. Hace muy poco, en 1986, en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, JMS Pearce reconocía que aún era “extremadamente difícil investigar la migraña”.

Esta historia reciente y el hecho de que la migraña sea con frecuencia una herencia familiar, hace que muchas personas crean que sus herramientas contra la enfermedad son las mismas que las de generaciones anteriores: resignación y automedicación. Sin embargo, los especialistas destacan los numerosos avances de los últimos años y aseguran que un buen diagnóstico es clave para reducir el sufrimiento de millones de personas que aún pasan las migrañas sin ayuda médica. Aunque con una gravedad variable, los migrañosos son más del 10% de los humanos.

Una parte importante del cambio comenzó hace cuatro décadas con el trabajo de cuatro investigadores que el año pasado recibieron el prestigioso The Brain Prize, dotado con 1,3 millones de euros. El estadounidense Michael Moskowitz propuso que el ataque de migraña comenzaba con una activación de las fibras del trigémino, que transmiten sensaciones del rostro al cerebro. Esa activación libera señales químicas que dilatan los vasos sanguíneos de las meninges (una fina membrana que rodea el cerebro) y la consiguiente inflamación provoca el dolor de cabeza.

Otros dos de los premiados, el australiano Peter Goadsby y el sueco Lars Edvinsson, mostraron que una molécula conocida como CGRP (péptido relacionado con el gen de la calcitonina) era liberada por el trigémino durante los ataques y que esta molécula tenía una gran capacidad para dilatar las meninges. En su trabajo a principios de los 90 observaron que el sumatriptán, un fármaco descubierto en 1988 y que hoy está entre los más utilizados para calmar los ataques de migraña, limitaba la liberación de CGRP. Junto al trabajo de Edvinson y Goadsby y otros investigadores, el Brain Prize destacó la labor del danés Jes Olesen, que mostró que inyectar CGRP a pacientes con migraña desencadenaba un ataque y que los fármacos que bloqueaban la molécula podían evitarlo.

Con todo este conocimiento acumulado, se crearon los primeros fármacos para bloquear la CGRP, conocidos como gepants, y se abrió la puerta al uso de otros tratamientos con gran potencial para prevenir las migrañas. En tiempos recientes, los anticuerpos monoclonales, un tipo de medicamentos biológicos capaces de encajarse como piezas de un rompecabezas en distintos tipos de moléculas, que se han empleado para bloquear el desarrollo de tumores o del Covid, también han mostrado su utilidad para bloquear la CGRP y evitar las migrañas. Estos tratamientos se aprobaron en España por primera vez en 2019.

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FUENTE: LA NACION 

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