
Crece la morosidad en tarjetas y créditos personales: niveles alarmantes en bancos argentinos
La morosidad en tarjetas de crédito y préstamos personales en Argentina alcanzó su punto más alto en décadas.

En el centro de Buenos Aires, los cambistas están de regreso, ofreciendo dólares a un tipo de cambio del mercado negro. En las villas miserias en la periferia de la metrópoli, la demanda de entrega de alimentos en comedores ha aumentado considerablemente, lo que provocó que el Congreso apruebe la ayuda alimentaria de emergencia, comienza The Economist un artículo sobre la crisis económica de la Argentina.
La pobreza ahora afecta al 35% de los argentinos, frente al 27% en enero-junio de 2018, según cifras oficiales. Incluso los distritos sólidamente de clase media en una ciudad de grandeza, que se desvanecen lentamente, están sintiendo el pinchazo. "Antes, la gente local ayudaba más", dice la hermana Norma Arronda, quien dirige el comedor Madre Camila en Recoleta, que ayuda a las personas sin hogar a fines de la mediana edad. "Ahora recibimos menos donaciones".
Por sexta vez desde la década de 1980, Argentina sufre una crisis económica. Todavía hay recuerdos del colapso de 2001-02, cuando después de una recesión el país incumplió con sus deudas, los ahorros se congelaron, la economía se contrajo en un 15% y la tasa de pobreza alcanzó el 56%. En muchos sentidos, esta crisis es menos grave y más fácil de escapar. Pero en otros es más desafiante.
Comenzó el año pasado cuando los inversores se empeñaron en continuar financiando el gobierno pro mercado pero fiscalmente laxo de Mauricio Macri, lo que provocó una carrera por el peso. Después de que el FMI intervino con un préstamo de u$s57.000 millones, el más grande de su historia, las cosas parecieron estabilizarse. Pero con una inflación de más del 50%, los salarios reales cayendo y la economía en recesión, las posibilidades de Macri de ganar un segundo mandato en una elección el 27 de octubre disminuyeron.
En las primarias simultáneas el 11 de agosto, ganó obtuvo solo el 32% de los votos. Una lista peronista encabezada por Alberto Fernández, cuya compañera de fórmula es Cristina Fernández, una ex presidente populista, logró el 48%. La perspectiva de que la Sra. Fernández regresara al alto cargo, aunque fuera solo como vicepresidenta, provocó pánico.
El peso ha caído un 25% frente al dólar desde el 11 de agosto. Ante un limbo político, el FMI ha suspendido los desembolsos. Para aliviar el dolor, Macri impuso a regañadientes controles de cambio, impuestos a la exportación, congelamiento de precios y ofreció subsidios a la electricidad.
La gente de Macri insiste en que todavía tienen una oportunidad, porque aumentará la participación y por temor a un retorno al populismo de izquierda. Pero la mayoría de los expertos en Buenos Aires asumen que los Fernández ganarán.
La gran pregunta es qué tipo de gobierno surgiría. Algunos temen lo peor, con la hiperinflación y la expropiación de ahorros. Pero Fernández es un pragmático y un hábil operador político. Él viene sonando cada vez más moderado, evalúa The Economist.
Él tiene pocas opciones. "Argentina ha agotado su crédito", dice un ex funcionario a quien Fernández consulta. "Finalmente, tenemos que enfrentar la realidad". Muchos economistas piensan que eso requiere un plan integral para reducir la inflación y generar excedentes fiscales y externos. Un nuevo acuerdo del FMI y la reestructuración de la deuda privada son inevitables.
"Exportar más es la única forma de obtener dólares", dijo Fernández a una audiencia empresarial el mes pasado, diciendo que ni los controles ni la deuda eran soluciones. Sus asesores también hablan de un pacto social que congelaría los salarios, los precios, las pensiones y las tarifas de servicios públicos durante al menos seis meses. Esa es una forma de refinar la indexación de las jubilaciones a la inflación pasada, para lo cual el gobierno no tendrá el dinero.
La difícil situación macroeconómica de Argentina es menos severa que en 2002. Los bancos son sólidos. Después de una restricción fiscal tardía este año, el déficit fiscal será de aproximadamente el 4% del PBI (en comparación con el 6,3%). La recesión es menos profunda y el peso no está tan sobrevaluado como en aquel entonces. El FMI es más flexible, en parte debido al oprobio que atrajo la última vez. "Creo que los políticos son un poco más responsables ahora", dice Daniel Marx, quien fue secretario de finanzas en 2001.
Le preocupa menos las intenciones de Fernández que si el plan económico del nuevo gobierno será lo suficientemente amplio y ejecutado de manera competente. Si todo va bien, la recesión podría terminar dentro de un año.
Pero, de alguna manera, Argentina está peor que a principios de siglo. Décadas de paradas y cambios económicos han llevado a un estancamiento desde 2010. Esto se debe en parte a que mucha gente ahora vive, de una forma u otra, del Estado. A pesar de Macri, la economía sigue sobreprotegida y muchas empresas son poco competitivas.
"Es triste ver a Argentina así", dice la hermana Norma. "Tenemos el recuerdo de nuestros padres y abuelos que trabajaron duro e hicieron progresos. Perdimos la idea de trabajo y de valores".
Fuente: Iprofesional

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