Un accidente lo dejó en coma y al despertar un perrito mestizo le cambió la vida

“Él fue el que me rescató”, asegura el hombre que considera que educar a los más chicos es fundamental para terminar con la crueldad hacia los animales

Mascotas14/08/2022 Fernanda Jara para Infobae
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“Si no hubiera sido por Beethoven, hoy sería un boludo a pilas”, admite Eduardo Groh Riemersma. Lo dice porque en su vida de chico bien ignoraba todo lo que estaba por fuera de la “burbuja” en la que vivía, asegura. Desconocía que había perros que no eran de raza y que muchos de esos “callejeros” eran las lamentables víctimas de la crueldad más baja a la que el ser humano puede llegar.

Su vida acomodada en Santiago del Estero, cuando era estudiante de Ingeniería Forestal, dio un giro de 180 grados luego de haber sido atropellado a la salida de un boliche: quedó en coma a causa de los golpes, tuvo dos infartos y le llevó un año volver a caminar. Pero no se quedó en el dolor, sintió que algo muy interno había cambiado, al igual que su mentalidad y que había nacido en él la necesidad del compromiso. Se sentía en deuda por estar vivo.

“Tenía esa sensación de que algo tenía que hacer y comencé a ser parte de causas humanitarias, pero no era suficiente”, explica sobre el vacío que lo invadía hasta que llegó Beethoven, un cachorro sin raza que también había sobrevivido a un accidente, y que le enseñó de qué se trata la lealtad.

Luego, llegaron los primeros 37 miembros de la manada que dieron vida al Refugio El Montecito de los Canichones, donde hoy viven 400 canes rescatados del abandono, de las agresiones físicas, del abuso e incluso de las violaciones.

Cómo llegó Beethoven

Eduardo nació hace 46 años en Santiago del Estero y allí vive hasta la actualidad. Por legado familiar, inició la carrera de Ingeniería Forestal en la universidad pública de la provincia, pero no la concluyó porque se mudó a Alemania. Al regresar, se involucró en el proteccionismo, cambió de carrera y se recibió de licenciado en marketing.

Explica, con ladridos de fondo, cómo era su vida antes de convertirse en proteccionista y rescatista de perros: “Solo conocía mi burbuja y no había otro mundo. Al conocer un único lado, te vas de la realidad y generas una propia realidad en el mundo superficial o abstracto. Eso me pasaba”, recuerda.

Ese “otro lado” de la vida lo vio cuando menos lo esperaba y de la manera más sorprendente: “Crié dogos durante muchos años, conocía a las demás razas y pensé que así era la cosa; no tenía el concepto de ‘perros de la calle’ o ‘perro callejero’ porque no los conocía. En mi mente podría haber sido cualquiera de los que vivían con los peones en el campo que mis viejos tenían (se dedicaban a la cría de ganado). No supe que había perros abandonados hasta que se enfermó mi última dogo, Brunilda, y el padre de la que era mi novia me dijo: ‘Te voy a regalar un cachorro, por si le pasa algo, no te quedes sin un perro’. Le dije que sí porque me gustaban mucho los perros y se apareció con una pelota de pelo que parecía un cachorro de siberiano, ¡y me encantó! Lo bauticé Beethoven... Beethoven creció, se le cayó todo ese pelo y ahí me di cuenta de que de siberiano no tenía nada. Medio enojado fui a la casa de ese suegro y le reclamé: ‘¡Che, este no es siberiano!’, y me dice que no, que era un perro de la calle”, introduce cómo fue el inicio y qué significó para él ese primer contacto.

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FUENTE: INFOBAE

ORVSSJQ6MFBGZJIVNSDHD6SUTYLa triste historia de la perrita que abandonaron en la calle con un bolso de juguetes

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