Conocé detalles históricos de la Estación de Trenes de Luján de Cuyo

La muestra "Avanzamos" está disponible en la página web oficial de Municipalidad de Luján de Cuyo. Compartimos detalles históricos de nuestra estación de trenes

Luján de Cuyo 19 de mayo de 2023 LUJAN365 LUJAN365
La estación del tren 4
Historia de la Estación de Trenes de Luján de Cuyo

Un día del año 1958, llega a la ciudad de Luján de Cuyo un hombre, con ansias de progreso en la vida Don Isidoro Alejo Díaz nacido el 01/01/1923 y acompañado por su familia Alicia Luisa Stocco de Días (esposa) y sus hijos Liliam, Rubén, Oscar (Biki) y Ricardo. Venía a hacerse cargo de la Estación de Ferrocarril de Luján de Cuyo, cuya Jefatura la había obtenido luego de haber concursado con otros compañeros y repartido su tiempo entre el estudio y su trabajo de Auxiliar en la Estación de Mataderos de Godoy Cruz, con un gran compromiso y motivación por cumplir su vocación de “ferroviario”.

Descendiente de los llamados “Hombres del Riel”, trató de hacer carrera y llegar a una estación que tenía su categoría ganada dentro de la estructura Ferroviaria.

Ganada ¿Por qué? Porque era el nudo principal que tenía la Provincia de Mendoza, para hacer llegar las materias primas y/o mercaderías a los grandes centros poblacionales para su distribución, ya que el medio de transporte más popular y económico era el Tren.

La Estación del Tren estaba representada por una casona de considerable tamaño erigida bajo los cánones de la arquitectura inglesa y emergía dentro de un inmenso predio rodeada hacia el Norte por la calle Azcuénaga que se eleva en el primer tercio de su trayecto, resignándose en dar paso por debajo de su recorrido a los monstruos de acero que bufaban resoplando cuando la sobrepasaban.

La calle Sargento Cabral por el Oeste, a la cual se llegaba cerca del puente antes mencionado y cuando se unía esta calle con la Azcuénaga por una amplia escalera entablonada con madera de quebracho colorado. Debajo de ese puente y de las escaleras de acceso al cuadro ferroviario para los peatones, estaban los vestidores de los cambistas o personal de maniobra, como los Sres. Sosa, Garay, entre otros.

Siguiendo por el costado Oeste hacia el Sur y paralelo a la vía principal, rodeada por frondosos árboles siempre verdes estaba el Paradero con Tejas Rojas que lucía orgulloso y pintado en blanco, el nombre de la ciudad: LUJAN DE CUYO, sobrepasando el mismo y apoyada contra el paredón que marcaba la diferencia de altura entre la calle y la Estación, te sorprendías con una garita que muy disimulada entre la vegetación, era la que decidía el destino que tomaría el tren., Don Barrera era uno de aquellos hombres que la manejaba.

Chiclana por el Este, bordeada por grandes carolinos y en el inicio de su recorrido enfrentado con el Aserradero de Elaskar marcaba no sólo el comienzo del “Barrio Chino”, sino que también ostentaba del ingreso al Cuadro de Estación, por donde entraban y salían todo tipo de camiones y autos para llegar a las oficinas y retirar la mercadería que era despachada o recibida por tren. Ese callejón que debían recorrer, estaba bordeado por álamos altísimos cuya sombra era muchas veces aprovechada para descansar por la gente que venían a descargar leña que traían de San Luis para los corralones, y que era protegida bajo el techo de un gran galpón que estaba ubicado en una zona conocida como “La playa”, ya que en la parte cerrada del mismo se guardaban las bolsas de harina, cereales y otras mercancías que necesitan otro tipo de cuidado.

Por el Sur, al cruzar las vías la prolongación de la calle Balcarce, de cuya barrera era responsable la Sra. del garitero, era el preludio para encontrarse con el río Mendoza y seguir a campo traviesa hasta Monte Comán, o Malargüe, o bien, apenas de cruzarlo tomar el desvío a la Destilería Luján de Cuyo y volver con los tanques llenos de Petróleo ó carbón de coque, que cuando en el momento de su retorno tanto el Jefe de Estación como sus Cambistas y Auxiliares, por el sonido que producía la máquina al cruzar la subida para llegar a la Estación, sabían que venía cargado y cuantos vagones podía traer.

El Desvío; era la ruta Este que tomaba el tren para llegar a Palmira y de allí a Buenos Aires, para llevar los toneles de vinos de la Bodega Robino. En este tiempo, en que la estación trabajaba al máximo de su capacidad, existían ramales que llegaban directamente a las bodegas donde cargaban el vino para ser fraccionado en Buenos Aires.

La mayoría de las veces se cruzaban en el anden los trenes que llevaban petróleo, vino, coque, con aquellos que traían ganado; vagones con bolsas de harina o cebada donde alguna bolsa dejaba escurrir el grano dorado hacia la tierra y perseguido por las bandadas de pájaros alimentándose de ellas, de vez en cuando también hacían uso de este servicio el traslado de circos con sus cargas y clásicos animales, por lo que al enterarse los vecinos de esta visita se volcaban a la estación con sus hijos.

Parado en la punta del andén, libreta de tapa negra en mano, el Jefe de Estación “Don Díaz”, anotaba el número con los que se identificaban los vagones que integraban el convoy.

En el andén enfrentado, el Auxiliar de turno haciendo el mismo trabajo.

La Estación en sí, estaba compuesta en su planta baja por una primera oficina donde se recepcionaban o entregaban las encomiendas y cuya puerta estaba flanqueada por una balanza que esperaba a los bultos para delatar el peso justo que tenían.

Por sobre ella estaba la campana, fiel compañera del maquinista que le indicaba con su sonido que había llegado la hora de partir, como le había comunicado el Gran Reloj tipo inglés ubicado en un lugar preferencial de la oficina de los Auxiliares y al bajar su brazo la gran señal ubicada en el extremo del andén , el tren se ponía en marcha cerrando su paso el vagón de cola, donde el Guarda como el Sr. Raúl Godoy o el Sr. Saldaño, en sus trajes grises, agitaban el pañuelo verde para que su compañero el Maquinista (que podían ser en ese momento tanto el Sr. García, como el Sr. Quiroga o el Sr.Ferri) , supieran que la formación partía sin ningún problema.

Los Auxiliares, aquí se recuerdan al Sr. Caruso, Varas, Carlos Maldonado entre ellos, eran empleados que tenían como tarea llenar todos los inmensos libros con los datos del tren que partía y avisar a la estación siguiente ¿Cómo avisaban? Había un integrante que casi no ocupaba lugar, pero su rol era importante para mantener la comunicación con toda la red ferroviaria: el telegrafo.

Con su particularidad del punto, raya y raya –punto, el código Morse, era dueño de la información. Día y noche, su sonido prevalecía y llegaba al piso superior de la casona que pertenecía a la familia del Jefe de Estación, por lo que aunque estuviera en sus horas de descanso, el oído del Jefe sabía lo que pasaba en sus dominios aunque no estuviese en su oficina.

El mismo oído le avisaba que las maniobras de la formación que había arribado esa noche no se estaba haciendo bien. el sonido. El grado del sonido era el delator, entonces se levantaba y paraba frente a la ventana de su dormitorio que daba al Sur desde donde se contemplaba toda la playa de maniobras y controlaba las tareas de los cambistas y peones, como el Sr. Solavallone. Los faroles con sus luces rojas y/o verdes, según la ocasión, marcaban la posición del personal. Por debajo de los vagones revisando las zapatas o entre ellos tratando de enganchar un vagón con el otro. Todo ello se hacía en la playa, porque las terminales donde se hacían las maniobras, les daba la posibilidad al personal de seleccionar la unidad que se quedaba y la que debía integrar el convoy que debía partir.

Existe en ese lugar, también la llamada mesa giratoria donde eran ubicadas las máquinas y con la ayuda del personal rotaban la misma para cambiar de sentido la trompa de las Diesel y en su momento las máquinas de Vapor de acuerdo al destino que iban a tomar.

A unos cien metros está ubicada lo que en el lenguaje ferroviario se conoce como la Báscula, porque en ella se tomaba el tonelaje de todas las unidades que iba a transportar la máquina designada en ese momento.

Mencionamos las Máquinas a Vapor. Como mudo testigo de su paso en alguna época por aquí quedan los tanques de agua que estaban ubicados sobre el costado Este de la línea principal al que arribaban por un corte de vía con una fosa entre los rieles, separados del andén por una empalizada de color grisáceo.

La misma tenía su pintura siempre impecable, porque si algo tenía “Don Díaz” era que todo tenía que lucir como nuevo, por lo tanto, los empleados mientras estaban a la espera de las formaciones, se dedicaban al mantenimiento de todo el predio, pintando las estructuras edilicias, el mantenimiento de vías, lubricando los mecanismos de desplazamiento de vías que era controlada por la Garita, ni un yuyo extraño en las vías ni en todo el espacio que componía el cuadro de estación. Solo flores y sombra de árboles bien regados.

Los pisos de las oficinas revestidos con maderas de pinotea eran constantemente mantenidos y cuando la gente entraba para hacer un trámite, notaban al instante la limpieza. No sólo los pisos, también los muebles, lustrados a nuevo. Los vidrios de las altas puertas y ventanas. La Oficina del Jefe ubicada al lado de la de los Auxiliares no se salvaba tampoco y menos la Caja Fuerte de color gris acero ubicada en un rincón.

El Jefe de Estación también estaba abierto a la Comunidad. Esto hacía posible que se desarrollaran varios acontecimientos que reunía a los grandes y chicos de los alrededores. Por ejemplo, se hacían simulacros de salvataje con los Bomberos Voluntarios de Luján. La policía con la exhibición de canes que hacía que los niños estuviesen boquiabiertos ante las pruebas que hacían los animales o se sorprendían cuando el agente se ponía el traje especial para que el perro lo atacara, como esos, otros eventos más.

Todo eso se realizaba en el sector de “Playa” entre las terminales que había sido despejada de los vagones, toneles, tolvas, chatas, y demás, para evitar cualquier accidente.

Este lugar debe ser muy recordado por los papás de ahora porque era el lugar elegido los días domingos para llegar acompañados por sus padres para remontar los famosos “Volantines” o “Cometas”, hoy reemplazada por la palabra “Barrilete” y jugar entre toda una carrera para ver cual tenía la cola más larga, ni hablar de los enredos que se podían producir en el aire. Esto era el punto culminante de toda una semana de preparativos de búsqueda de caña, partirla, cortar el papel más colorido y cocinar el engrudo que no se pasara para no cargar peso extra y poder llegar más alto que el del amigo que tenía al lado.

También fue testigo la Estación del Tren del paso de la última máquina a Vapor, del paso de la formación de soldados que los llevaban a hacer maniobras a Campo Los Andes. De la instalación de un mástil en el andén principal, con la bendición del cura párroco de Luján para todo aquel que llegara a ella se encontrara con la Bandera Argentina.

Poco a poco, por los vaivenes de algo llamado progreso y las políticas que se implementaron fue perdiendo su protagonismo en la ciudad y ahora solitaria ve pasar por el Puente de la calle Azcuénaga los grandes camiones transportando toda la mercadería y combustibles sobre los que ella reinaba en otras décadas. Los pocos trenes que transitan en la actualidad solo pasan por su costado sin ingresar en su vasto territorio y todos aquellos niños que jugaron en sus dominios, hoy padres, acompañaron a sus hijos a ver pasar el Dakar, dándoles la espalda al lugar que acunaron sus juegos.

FUENTE: Municipalidad de Luján de Cuyo

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