Lo peor recién empieza: qué hay que esperar luego del discurso de Macri

El presidente aseguró que lo peor ya pasó, pero todo indica que lo peor está por llegar. Dólar alto, mayor inflación y caída de consumo resumen el panorama más factible para los próximos dos años.

Opinión 04/03/2018 Roberto Navarro - El Destape
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Empleo y consumo son los dos registros económicos que definen el bienestar de la población. Desde que Cambiemos llegó al poder ambos cayeron de manera contundente. Según la consultora Kantar Wordpanel, el consumo cayó un 10 por ciento en los últimos dos años. Y según datos de CABA, el desempleo subió del 6 al 8,5 por ciento entre el tercer trimestre de 2015 y el mismo periodo de 2017. Los tarifazos del verano que termina sellaron un sendero de nuevas caídas del consumo para este año. Las fuertes desequilibrios de las cuentas internas y externas, sumados al nuevo escenario internacional, complican el panorama de 2019. Todo indica que lo peor recién empieza.

Desde que asumió Mauricio Macri el consumo no deja de caer. Por tercer año consecutivo enero arrojó una caída interanual del consumo masivo. Según la Kantar Wordpanel, en esta ocasión la baja fue del 2 por ciento respecto de enero de 2017.

El segmento donde se registró un mayor impacto contractivo fue en el nivel socioeconómico bajo superior, que comprende a un tercio de la población del país. En este sector la caída en solo un año fue del 11 por ciento. Así, 2018 arranca con un panorama dramático para las clases populares.

En el discurso de apertura de sesiones del Congreso el presidente aseguró que “lo peor ya pasó”. Sin embargo, las facturas de los recientes aumentos de tarifas recién comienzan a llegar; en abril y junio habrá nuevas subas de electricidad y gas y el impacto del tarifazo en los costos de las empresas aún no fue trasladado a precios.

Los datos que se conocieron en los últimos días sobre el frente externo encienden alamas sobre la estabilidad del tipo de cambio, otro factor que podría disparar los precios y así también contraer el consumo y el empleo.

*El déficit comercial fue de 8471 millones de dólares en 2017 y en enero de 2018 fue de 986 millones de dólares.

*Los argentinos gastaron en el exterior 12.700 millones de dólares en 2017, un 25 por ciento más que en 2016. Y 1567 millones en enero de 2018, 9,35 por ciento más que el mismo periodo 2017 y el máximo registrado desde el fin convertibilidad.

*La fuga de capitales fue de U$S 22.148 millones en 2017, cifra solo comparable a 2008 durante la crisis financiera internacional.

Los dólares que faltan como resultado de estos desequilibrios se consiguen endeudándose, medida que va incrementando la cuenta de intereses, dinero que se financia con nuevos ajustes que derivan en menor consumo y empleo.

El balance fiscal 2017 muestra un déficit equivalente al 3,9 por ciento del PBI. Cuando se incorporan al resultado primario los pagos de intereses de la deuda externa, el déficit financiero asciende al 6,1 por ciento del Producto. El Ministerio de Hacienda alteró la metodología en la elaboración de las cuentas públicas para alcanzar esas cifras. Si se limpian esos cambios relacionados con ingresos de Anses y el blanqueo, el déficit primario subió de 4,0 por ciento del PBI en 2015 a 4,5 por ciento en 2017. Asi, el déficit financiero se elevaría a 7,1 por ciento del PBI. Esa montaña de plata que falta se financia con deuda.

Si el empleo y el consumo vienen mal y el panorama de las cuentas externas e internas está complicado solo por medidas del gobierno, las últimas decisiones de Donald Trump pintan un panorama aún más preocupante.

El presidente norteamericano sigue cumpliendo su promesa de cuidar el empleo de los trabajadores de su país. Ahora subió el arancel de importación del acero al 25 por ciento y el del aluminio al 10 por ciento. Así se cierra a la entrada de productos chinos y europeos en dos de los sectores más gravitantes de la economía.

La mayor parte de los analistas piensan que esta decisión derivará inevitablemente en una guerra comercial con mercados más cerrados y devaluaciones competitivas. El impacto en Argentina, una economía cada vez más abierta en un mundo que se cierra, sería un mayor déficit comercial y un dólar más alto.

A la vez la suba de aranceles en acero y aluminio se espera derive en mayor inflación en Estados Unidos. Por esa razón la Reserva Federal se apresta a subir la tasa de interés a una velocidad mayor de la esperada. Esa suba es sumamente peligrosa para Argentina, porque cada vez que Estados unidos paga altos intereses los capitales del mundo vuelan hacia ese mercado seguro.

La economía de Macri está desregulada absolutamente. El flujo financiero es libre de entrar y salir cuando le place. El ingreso de dólares depende en gran medida del campo. El Gobierno elimino la obligación de liquidar las divisas de exportación en 60 días que regía hasta 2015. Ahora no tienen apuro por liquidar y si esperan una devaluación, menos aún. A la vez, el gobierno eliminó los encajes que restringían una rápida salida de capitales. Hasta 2015, quienes habían venido a invertir en el sistema financiero, si deseaban irse antes del año, perdían un 30 por ciento del capital. Ahora no, así que si sube la tasa de interés de Estados Unidos y desean salir volando hacia ese destino, pueden hacerlo todos a la vez y así generar una corrida.

El panorama nacional e internacional luce inquietante. Tanto los desequilibrios internos como externos pegan más en una economía abierta y desregulada de manera más dogmática que los cuidados de Guillermo Moreno en el sentido contrario. Con salarios deprimidos ante el salto inflacionario fruto de los tarifazos, un dólar empujado por distintos factores hacia los 30 pesos y un mundo inestable, lo peor recién empieza.

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