Argentina, un país en donde muchos no trabajan porque conviene cobrar un "plan social"

La teoría de que muchas personas que reciben planes sociales evitan el trabajo formal se comprobó empíricamente en la provincia de La Rioja durante este mes.

Opinión 29 de febrero de 2020 Marcelo Duclos para Panam Post (*)
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Una columna de opinión elaborada por el periodista Marcelo Duclos, para el portal Panam Post, da cuenta sobre las distorsiones que meten al mercado laboral Argentino, los altos impuestos y las regulaciones que son abismales.

Contratar y despedir en Argentina es prohibitivo, emprender es una pesadilla y ganar un peso (devaluado y con control de cambios) requiere dejarle más de la mitad al Estado voraz. A pesar de todo esto, los números fiscales históricamente están en rojo y el país vive crisis de deudas e inflaciones delirantes recurrentes.

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Una y otra vez, el país repite la película del colapso por evitar enfrentar las reformas de fondo, tan necesarias, que corrijan la problemática de forma definitiva.

Uno de los destinos de los fondos de esa enormidad impositiva que se le sustrae al sector productivo, y que se le suman al producto de la emisión monetaria y la deuda en la gran piñata estatal, son los recursos para los subsidios denominados «planes sociales». Como una serpiente que muerde su propia cola, Argentina destina fortunas en este sentido haciendo menos competitivo al sector privado por la presión fiscal. El resultado, ya se sabe, es nefasto.

Está comprobado que los beneficiarios de las asignaciones prefieren seguir cobrando planes y no reinsertarse en el mercado laboral. También es evidente que estos programas no cumplen con sus supuestos objetivos: en lugar de irse reduciendo los «planes», en Argentina cada vez hay más. Paradójicamente, los gobiernos confirman estos datos y los venden como si se tratara de un logro de gestión.

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En Chilecito, provincia de la Rioja (que tiene más de 30 % de pobreza), las autoridades locales lanzaron una bolsa de trabajo para emplearse en la cosecha de la vid, la nuez y la oliva con 3000 cupos disponibles. Los requisitos no eran muy exigentes: tener más de 18 años y disponibilidad horaria. El pago de la labor, que puede llegar a durar hasta el mes de abril, no era inferior a lo que recibe un trabajador argentino regular en las grandes ciudades del país mediante un empleo formal. Sin embargo, 2997 vacantes quedaron sin tomarse. Las matemáticas no son muy difíciles… se presentaron para realizar la labor solamente tres personas.

El mismo intendente de Chilecito, Rodrigo Brizuela, tuvo que salir a reconocer el fracaso de la convocatoria. Sin embargo, dentro de todo fue honesto y reconoció ante los medios que el problema radica en los planes sociales. Al tener que renunciar al beneficio al acceder a un empleo (sobre todo si se trata de uno temporal) mucha gente decide quedarse cobrando el plan en lugar de ir a trabajar.

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Cabe destacar que las familias que reciben varias asignaciones diferentes, a veces incluso llegan a superar el ingreso de otros grupos familiares de trabajadores activos. Es por esto que los incentivos para comenzar a trabajar, en muchos casos, son directamente nulos. Esto ocurre no solamente con ofertas temporales, sino con propuestas de trabajo fijo.

El economista liberal Manuel Adorni se refirió al caso en un programa de radio y lo denominó como una de las «tantas historias trágicas que tiene la Argentina».

(*) El Autor de esta columna de opinión, Marcelo Duclos, Nació en Buenos Aires en 1981, estudió periodismo en Taller Escuela Agencia y realizó la maestría de Ciencias Políticas y Economía en Eseade.

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