La ausencia del padre en la vida de sus hijos deja profundas heridas

Los padres están tan concentrados a veces sobre sí mismos, su trabajo y su realización que se olvidan hasta de la familia

Opinión 04/02/2020 Luján 365 Luján 365
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La ausencia del padre en la vida de los hijos causan heridas profundas de sanar. Esos vacíos poco a poco van haciendo hogar en el corazón del niño para luego florecer como sentimientos reprimidos de ira, frustración y dolor, no permitiendo que vivan sus vidas de manera saludable.

Vivimos en una sociedad que parece olvidar a sus hijos y que van por la vida persiguiendo sus sueños de toda la vida. A menudo, olvidan hasta tener tiempo para sí mismos, para vivir el amor propio y el amor por los demás.

El Papa Francisco nos habla acerca de este tema y de la responsabilidad de los Padres en el acompañamiento de sus hijos durante este viaje que es la vida

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"Los padres están tan concentrados a veces sobre sí mismos, sobre su trabajo y su realización individual que se olvidan hasta de la familia", Es lo que expresó el Papa Francisco en una de sus catequesis realizadas en la Ciudad del Vaticano. A continuación su reflexión:

La ausencia de los padres.
Padre es una palabra universal, conocida por todos. Indica una relación fundamental cuya realidad es tan antigua como la historia del hombre.

Sin embargo, en nuestros días, se ha llegado a hablar de una sociedad sin padres. En otros términos, en particular en la cultura occidental, la figura del padre, simbólicamente, estaría ausente, como desvanecida.

En un primer momento este dato se percibió como una liberación, liberación del padre-patrón, del padre como representante de la ley que se impone desde fuera, del padre como censor de la felicidad de los hijos y como obstáculo a la emancipación y autonomía de los jóvenes.

En efecto en el pasado en algunas casas reinaba el autoritarismo, en algunos casos incluso la vejación: padres que trataban a sus hijos como si fueran sus siervos, sin respetar las exigencias personales de su crecimiento; padres que no les ayudaban a emprender su camino con libertad, a asumir sus responsabilidades para construir su futuro y el de la sociedad.

Y como sucede a menudo, hemos pasado de un extremo a otro. El problema de nuestros días ya no es tanto la presencia invasora de los padres, sino su ausencia.

Los padres están tan concentrados a veces sobre sí mismos, sobre su trabajo y su realización individual que se olvidan hasta de la familia. Y dejan solos a los niños y a los jóvenes.

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Heridas causadas por la ausencia del Padre.
Ahora, en este camino común de reflexión sobre la familia quisiera decir a todas las comunidades cristianas que tenemos que estar más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y los jóvenes causa lagunas y heridas que pueden llegar a ser muy graves.

Y, efectivamente, las desviaciones de los niños y los adolescentes pueden, en buena parte, reconducirse a esta ausencia, a la carencia de ejemplos y guías en la vida de todos los días, a la falta de cercanía, a la falta de amor de sus padres.

Hijos que se sienten huérfanos.
El sentimiento de orfandad que viven hoy muchos jóvenes es más profundo de lo que pensamos. Se sienten huérfanos en la familia porque a menudo los papás están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque cuando están en ella no se portan como padres, no hablan con sus hijos, no les dan con su ejemplo acompañado por sus palabras, esos principios, esos valores, esas normas de vida que necesitan tanto como el pan...

Algunas veces parece que los padres no saben muy bien cual es su sitio en la familia y cómo educar a sus hijos. Y, entonces, ante la duda, se abstienen, se retiran y descuidan su responsabilidad, refugiándose a veces en una improbable relación ´´de igual a igual´´ con sus hijos.

Pero también la comunidad civil, con sus instituciones tiene una cierta responsabilidad con los jóvenes, una responsabilidad que a veces descuida o ejerce mal, dejándolos también huérfanos sin proponerles una perspectiva verdadera.

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Ídolos que roban el corazón.
Así, los jóvenes se convierten en huérfanos de caminos seguros que recorrer, huérfanos de maestros de los que fiarse, huérfanos de ideales que calienten el corazón, de valores y de esperanzas que los sostengan. Los llenan, en cambio, de ídolos pero les roban el corazón; les empujan a soñar con diversiones y placeres, pero no les dan trabajo; se les ilude con el dios-dinero, negándoles la riqueza verdadera.

Por eso, nos hará bien a todos, padres e hijos, volver a escuchar la promesa que Jesús hizo a sus discípulos: "No os dejaré huérfanos".

El es, efectivamente, el Camino que recorrer, el Maestro que escuchar, la Esperanza de que el mundo puede cambiar, de que el amor vence al odio, de que puede haber un futuro de fraternidad y esperanza para todos.

Si esta vez había abordado sólo los aspectos más criticables de la figura del padre en la próxima catequesis hablaría de la belleza de la paternidad.

Por eso, he elegido empezar por la oscuridad para llegar a la luz. Que el Señor nos ayude a entender bien estas cosas.

Fuente: pildorasdefe.net

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