La reunión de dos horas que no alcanzó para evitar la Guerra de Malvinas

Años después de uno de los hechos más trágicos de la argentina, una serie de documentos revelados por Inglaterra demostraron que hubo un encuentro secreto que pudo cambiar la historia.

Argentina 02/04/2018 Sergio Tomaro - Diario Popular
MALVINAS 5

Hace 36 años, la Operación Rosario daba sus últimas puntadas en el Atlántico Sur para consumar el desembarco argentino en las Islas Malvinas el cual, debido a un fuerte temporal que complicó el derrotero de las naves hasta su objetivo, se iba a concretar con varias horas de demora respecto a la decisión original de iniciar la ocupación el 1º de abril de 1982.

El gobierno militar encabezado por el general Leopoldo Fortunato Galtieri, integrante junto con el almirante Jorge Isaac Anaya y el brigadier general Basilio Lami Dozo de la junta militar que detentaba el poder en el país desde seis años antes, había acelerado el embate final contra el archipiélago en manos británicas urgido por señales que indicaban que el oscuro Proceso de Reorganización Nacional había comenzado a languidecer.

La propuesta del almirante Anaya de ocupar las islas para recuperar de hecho la soberanía en el territorio insular no tuvo mayores objeciones en la cúpula militar cuando planteó esa idea un año antes, aun cuando la ONU apoyaba los reclamos argentinos sobre las islas e invitaba a Buenos Aires y Londres a profundizar las negociaciones.

La junta militar estimaba que al consumarse la invasión, Gran Bretaña no iba a reaccionar con violencia, mucho menos con un objetivo distante 13 mil kilómetros de la metrópoli, y que el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, iba a tomar una postura prescindente frente a la situación. Pero las dos conjeturas que paradójicamente tuvieron a Anaya como principal inspirador, hicieron agua.

Con la ocupación consumada y mientras desde Londres la premier Margareth Thatcher ordenaba el envío de tropas para recuperar las islas, febriles tratativas buscaron al fin y al cabo sin éxito la forma de evitar la contienda bélica.

La última jugada en ese sentido tuvo lugar 28 días después del desembarco en Puerto Argentino cuando siguiendo órdenes expresas de Reagan, el embajador estadounidense en Buenos Aires, Harry Shlaudeman, mantuvo una reunión decisiva con Galtieri para convencerlo de retirar las tropas de Malvinas. Para entonces, el secretario de Estado norteamericano Alexander Haig había obtenido un rotundo fracaso en su misión de acercar posturas entre las partes en pugna.

Documentos secretos de la Guerra de Malvinas desclasificados por el Reino Unido, precisan que Shlaudeman mantuvo un diálogo de casi dos horas con Galtieri en la noche el 30 de abril en la sede del Comando del Ejército para persuadirlo que el retiro de las fuerzas de ocupación evitarían males mayores, sobre todo cuando ya para esas horas batallones ingleses estaban listos para desembarcar en el estrecho de San Carlos.

Ya retirado, Shlaudeman narró las alternativas de esa reunión con el presidente de facto que se extendió hasta bien entrada la madrugada y en la que la única respuesta de Galtieri fue que debía hacer la consulta respectiva con los otros dos “socios” del poder militar: Anaya y Lami Dozo.

Aun cuando percibía la frustración, Schlaudeman aceptó volver a encontrarse con Galtieri al día siguiente, no sin antes comunicar las novedades a Washington. En el otro cara a cara, allí en Casa Rosada, el diplomático reiteró su pedido de un gesto de buena voluntad que impidiera la contienda pero la respuesta como ya lo intuía fue negativa.

Apenas horas después Reagan ratificó su pleno respaldo a Gran Bretaña y un día después las hostilidades Alcanzaron su punto crítico: el 1º de mayo los británicos bombardearon Puerto Argentino y al día siguiente, hundían al Crucero General Belgrano.

La guerra que se iba a cobrar la vida de 640 combatientes argentinos y 250 británicos, y de tres kelpers, había alcanzado para entonces su dimensión poética pero atroz de monstruo grande que pisa fuerte.

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