Once años esperando: El conmovedor caso de Berlín, la perra que nunca conoció un hogar
Esta noble perrita ha pasado más de una década en busca de un hogar, enfrentando el abandono y la soledad. Hace click en la foto para conocer la historia
Cuando un miembro humano de la familia fallece, pocos nos ponemos a pensar qué pasará con los perros, ¿se darán cuenta?, ¿sentirán la ausencia?, ¿les dará tristeza?, ¿cambiará su dinámica?, ¿cómo se afectará su rutina?
Parece ocioso pensar en esto, pero definitivamente, NO LO ES.
Como hemos dicho en otras ocasiones, un perro es un miembro más de la familia, es parte de un grupo y sabe cuáles son los miembros que lo conforman; no sólo eso, con cada uno de ellos establece una relación particular. Es por ello que la pregunta no es en vano.
Debemos recordar que los perros son increíblemente receptivos de los estados de ánimo de los humanos con los que conviven, así que si estamos tristes por haber perdido a un familiar, seguramente ellos sienten y empatizan con esa tristeza. Debemos apreciar su compañía para reconfortarnos y ayudarles nosotros a salir de la tristeza si su humano favorito fue quien partió.
Los primeros días, justo cuando la muerte acaba de ocurrir, es probable que no reciban la atención a la que están acostumbrados; cambiaremos los paseos por el velorio, los rituales religiosos, si es que los hay, quizá llegue a casa mucha gente que desconocen, quizá haya demasiada gente acompañando a la familia y esto sea confuso para ellos. Debemos observarlos, sobreponernos un poco al dolor y dedicarles una hora, un paseo, un masaje, compañía, finalmente ellos también perdieron a alguien.
¿Y qué pasa si hemos estado fuera porque la despedida fue muy larga y nos mantuvo ocupados lejos de casa? Eso seguramente los tiene desconcertados. Cuando todo haya pasado y encontremos un momento de calma, dediquémosles un largo paseo, aunque parezca que no entienden expliquemos la situación, seguro que sí entenderán y con la energía que les transmitamos podrán saber que pronto todo se estabilizará.
Lo primero que debemos intentar lograr es restablecer la rutina de los perros.
Dependiendo del papel del miembro de la familia que se fue será la dinámica que debamos establecer. Por ejemplo, a veces los abuelos son el eje de unión de una familia, muchos van a visitarlo o por ser una persona mayor, se procura que haya siempre alguien que pueda atenderlo. Si falta el abuelo, la familia parece no tener el eje que los unía, todos empiezan a hacer sus actividades sin preocuparse como solían que de siempre hubiera alguien en casa cuidando al abuelo. Los perros, en consecuencia, comienzan a quedarse solos en casa, quizá más tiempo del que pueden gestionar y pueden comenzar los problemas de conducta: destrucción de objetos, pipí o heces en casa, ladridos excesivos, etc.
Sea cual fuere la relación del perro con quien murió, lo que debemos pensar es el papel que jugaba esa persona en la dinámica familiar y tratar de considerar a los perros como individuos que formaban parte de esa rutina peculiar.
Si la persona que murió era el responsable de los perros, lo primero que se debe hacer es tratar de entender el duelo y la tristeza del perro e intentar cubrir la atención que esa persona ponía en ellos.
Muchos perros caen en severas depresiones después de la pérdida de su mejor amigo; esta situación, que ha dado lugar a muchas historias de amor canino como la de Hachiko que puedes leer aquí, no es adorable, es una condición grave en la que el perro necesita ayuda. No lo dejes permanecer en esa profunda tristeza, nadie en el mundo merece morir triste, ayúdale a recuperarse, aprende de él la lealtad y en memoria de tu familiar, dale un lugar a ese perro a tu lado.
Mantener a los perros entretenidos, aumentar sus paseos y establecer pronto un vínculo afectuoso con cada miembro de la familia será lo que permitirá que todos logren integrarse de nuevo y establecer nuevos roles. Es conveniente que en esta nueva dinámica toda la familia participe del cuidado y la relación con los perros, pues así todos tendrán consuelo y será una relación armónica.
Los perros son excelentes compañeros para un duelo. No sólo logran sentir lo que está pasando en ese momento, saben permanecer a tu lado sin censurar tu llanto, sin reproches, sin palabras huecas que no reconfortan, sin exigencias que en esos momentos no quieres escuchar; también saben sacar de tus labios una sonrisa y comúnmente, con sus ocurrencias hasta una que otra carcajada.
Caminar con ellos en un paseo al aire libre servirá para que liberen sus emociones, redescubran la naturaleza y sus maravillas y encuentren de nuevo paz en sus corazones. Esta actividad es ideal para que toda la familia tome un respiro.
Lograr que el vínculo de la familia con los perros se estreche será la clave para que todos encuentren de nuevo un punto de unión, una motivación para salir de casa, para dejar la tristeza atrás y aprender de nuevo a amar sin reservas.
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